domingo, 12 de diciembre de 2010

TUNANMARCA 2

SAN CHIRIO 3

SAN CHIRIO 2

SAN CHIRIO 1

TUNANMARCA 2009

Tunanmarca antes

EL CÓNDOR Y EL ZORRO
En el cerro donde se encuentran los restos arqueológicos de Tunanmarca, discutían acaloradamente un zorro y un cóndor sobre sus fuerzas y aptitudes respectivas para desafiar la inclemencia del frío  de las punas.
_ ¿Hablas de resistencia  - decía el cóndor al zorro – cuando te veo acurrucado y hecho un ovillo los días lluviosos, encerrado en la cueva, tú y tu prole, royendo huesos y pereciendo de hambre?
-Y tú, poncho negro, a quien ni se ve, sumido en su escondrijo, empollando como una gallina clueca, ¿crees ser mas capas que yo?
-A mi – replicó el cóndor – con tender un ala y cubrirme con la otra me basta, en tanto que tú, con el rabo de escoba que no alcanza ni para cubrir tu espalda.
-¿Yo? ... en mi cola llevo abrigo y protección – dijo el zorro.
No pudiendo convencerse con estas respuestas, como sucede así siempre en una disputa, acordaron apelar y retarse a los hechos y no palabras.
-Pues bien – propuso el zorro – vamos a quedarnos toda una noche a la intemperie, soportando el frió con una condición: El quien se retira pierde la apuesta y paga con dos gallinas.
-¡Aceptado!, pero tempestuosa a de ser – agregó el cóndor.
-¡Chócala! Exclamó el otro y fijaron fecha.
Llegada la estación de las tormentas y granizadas, cierto día en que nubes grises se amontonaban como torbellinos de humo, fue volando el cóndor en busca del zorro. Comenzó, una furiosa tempestad: Los relámpagos aparecían con destellos iluminando el firmamento y los rayos uno tras otro, describiendo en el espacio caminos zigzagueantes, rasgaban las nubes y estallaban con fragor sobre las cumbres, cuando el cóndor, al resplandor de un relámpago, descubre a su contrincante erizados los pelos y desprendiendo chispas, apretándose a escapar, pero deteniéndose a la llamada y, quieras o no hubo de aparejarse para dar cumplimiento a lo pactado.
Llovía a cantaros, rotas las nubes se precipitaban como cataratas desprendidas de lo alto y torrentes de agua inundaban el campo, cuando ellos fieles al convenio se disponían a pasar la noche de claro en claro, anhelosos que asomase la aurora.
De pie el cóndor sobre un montículo, sin muchos preámbulos, extiende el desnudo cuello y, levantando el ala, introduce su encorvado pico dentro de el. A sus ves el zorro reposado en el humedecido suelo, oculta el hocico entre las patas y su copioso rabo. Mientras el impasible buitre desafiaba la lluvia que chorreaba y resbalaba por su reluciente y apretada plumazon; al desventurado zorro empapado y estropeado su pelaje, infiltrándose sin reparo aun por sus puntiagudas y rígidas orejas. Remojado su encallecido pellejo, que a tiempo el frío le tenía como carne de gallina, sin rehuir herido en su amor propio, se mantenía firme en la guerra. Interrumpía de ves en cuando en lastimeros  aullidos: Alaluu, alaluu, Guauauu (¡hay que frío!), cada ves mas con vos desfallecente gemía: Alalauuu, alalauuu, me estoy enfriando creo (¡me muero de frío!)....Alaluuuu, alalauu, alalauuuu...
-       Huararauuuu, huararauuuu, respondía jactancioso el cóndor.
-    Y, pasa la noche, el cóndor rey de los cielos, arruga el penacho de su coronado pico y cuello, sacude su alba cola y su poncho negro, con paso imponente se dirige hacia su contrincante, el que humedecido por el frío yacía sin vida.
-     El cóndor decía, Huararauuu, huararauuu y las gallinas ¡eres un tramposo!.trataba de despertarlo jaloneandolo para aquí y para allá..él se durmió para la eternidad.
“Triste fin de los presuntuosos obstinados”